El problema dominicano está en la psiquis. Se encuentra fuertemente arraigado en nuestro cerebro, en nuestro ser el hecho de que no le debemos nada al país como tal, el hecho de que lo único que importa somos nosotros mismos y que la cosa pública es algo sin dueño y sin dolientes. Cada uno de nosotros está concentrado en el diario vivir, en conseguir lo necesario y poco más de lo necesario para sobrevivir. Vivimos centrados en una carrera sin fin persiguiendo un bienestar que cada vez se encuentra más y más lejos sin darle importancia a absolutamente nada más que eso. Hemos perdido (y quizás nunca la hemos tenido) la capacidad de pensar de manera plural, como pueblo, como nación, como sociedad. Cada dominicano piensa en sí mismo y no en sociedad. Sólo por poner un ejemplo:
“Subieron el pan” Bueno, ¿de manera arbitraria? Pues vamos a No consumirlo, vamos a hacernos sentir como consumidores, vamos a tumbarle el pulso. Pero no, a nadie la importa y todos lo seguimos comprando si importar el precio. Y lo mismo con casi todo.
Al llegar a un cargo público el pensamiento y la actitud son: “Beneficiarme lo más posible”. Cuando es un amigo o familiar el que llega a esta situación, los primeros en alentarlo a tomar esa misma actitud somos nosotros mismos, y es más si éste no la toma somos capaces de excluirlo de la familia. Hasta ese punto hemos llegado los dominicanos, pero no llegamos ahí de la noche a la mañana, estamos ahí debido a una serie de acontecimientos que han dibujado lo que somos hoy como sociedad. Verán, analizando lógicamente podemos ver que todo lo malo que poseemos hoy día como ciudadanos tiene algo en común; todo se deriva da la falta de amor al país como tal, falta de amor a la patria, falta de amor a la nación. ¿Cómo podemos cuidar de aquello por lo que no sentimos amor? ¿Cómo podemos sentir dolor por algo que no nos importa?
Bien, en este sentido es muy poco lo que podemos hacer por nosotros mismos. Ya estamos hasta el cuello de contaminación de este sentimiento antipático por nosotros mismos y por lo que somos como país. Pero de lo que si estamos a tiempo es de hacer algo por el futuro. Estamos a tiempo de corregir este problema o de comenzar a corregirlo para que las futuras generaciones si presenten rasgos diferentes a los nuestros. Es bien sabido que la juventud es el futuro, y como tal tenemos que tratarla, tenemos que diseñar un plan de rescate de la identidad dominicana desde la raíz misma, tenemos que refundar el país, pero no en los papeles, en las leyes ni en los periódicos, tenemos que refundarlo en las mentes de los jóvenes. Tenemos que cambiar su forma de pensar, tenemos que arrancar desde cero una nueva Dominicanidad. Cambiarlo todo, comenzando por la fundación del país. Por ejemplo, coloquemos a Juan Pablo Duarte como único Padre de la Patria, sin ofender reconocer a los demás como Héroes que son (y en verdad lo son) pero no debemos dividir el sentimiento patriótico entre 3 porque aunque suene cómico “tocaran” de a menos sentimiento cada uno. Desde pequeño, cuando supe que los Padres de la Patria eran tres, me dije a mi mismo, ¿y entonces a cual debo querer más? ¿Por cuál debo sentir más admiración? Y esto porque dentro de mi me negaba a sentir lo mismo por los tres, y no porque a mí se me ocurriera eso, sino porque mi cerebro lo ve ilógico.
Removamos este país desde sus cimientos, ¡Vamos a borrarlo todo! Partidos, grupos, sociedades, Historia, Todo. Tenemos que hacer que cada niño dominicano sienta amor por su país, por su fundador y luego, el cariño hacia la nación, hacia sus costumbres, hacia sus demás hijos, y finalmente hacia su patrimonio llegará por añadidura.
De lo que hablo es de un Proyecto de Nación a largo plazo, Fundemos una Nueva República Dominicana, reescribamos la historia, cámbielos esos libros, iniciemos una nueva era primero en las mentes de los jóvenes, que luego ellos mismos se encargarán de llevar eso a las calles, a los campos, a las montañas y hasta el extranjero. Convoquemos a las mentes más brillantes del país, a las clases sociales, a los trabajadores, a los estudiantes, a los profesores, a los políticos, a los deportistas, a los excluidos, a nuestros hermanos en las cárceles –Incluso a ellos porque en gran medida se deben a nuestra inoperancia como sociedad– ¡a todo dominicano! Para que todos juntos reescribamos esta historia y plasmemos como queremos que sea La Nación Dominicana, grande y orgullosa. Una vez forjemos esa idea, vamos a sembrarla en tierra fértil, en las mentes jóvenes de niños y niñas, en ellos esa idea va a prosperar.
No tenemos nada que perder y toda una Nación que ganar.
Hasta pronto.-
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